De repente pudo abrir los ojos

De repente pudo abrir los ojos. Miró al techo de su habitación, como hacía todas las mañanas cuando se levantaba a las 6 para repartir los periódicos por Springfield. Odiaba el trabajo, pero era lo único aceptable que podría encontrar para poder ser el vago que siempre le había gustado ser. Al rato se dio cuenta de que no era un día normal… notó un ambiente tan gélido que ni el edredón pudo evitar que un escalofrío le recorriera todo el cuerpo.

Se incorporó y su corazón se tranquilizó por un instante, todo parecía como siempre. Salió al salón… ahí estaba, enfrente suya estaba la causa de aquella sensación. Una chica desnuda, ensangrentada, mutilada, yacía sobre la moqueta del salón, "¿qué haré cuando venga mi madre y vea esta porquería?" pensó. No quería limpiar todo aquello y sabía muy bien que eso era obra suya.

No era la primera vez.

Sintió un flash que le hizo recordar cuando aquella vez, el tener a su victima indefensa pidiendo clemencia, con esos ojos desorbitados del horror al oler el aliento de su asesino. Su corazón palpitaba más fuerte y esa sensación de euforia que le hacía sentir el poder sobre la vida de una persona le hacia sentirse DIOS… pero no se iba a engañar, le encantaba eso: poder. Un poder que provenía de la violencia.

Volvió a la realidad… "tengo que limpiar a la puta esta, será guarra ¡¡como ha puesto esto!!" pensó encolerizado al ver las salpicaduras de sangre por todos lados… aunque ese espectáculo le parecía acogedor. Sus ojos fueron hacia la guarra, "¿qué hago con ella?". Su madre vendría enseguida y no tenía mucho tiempo para pedir ayuda a nadie.

Salió al patio y cogió la pala… era la manera mas eficaz de deshacerse de aquel saco de carne que ya empezaba a oler mal. De la cabeza salía una masa que estaba esparcida por todo el suelo "va a ser verdad eso de que las mujeres son más listas que los hombres, joder, 10 kilos de cerebro tenía la perra… jejeje" pensó.

Le agarró por los tobillos y le fue arrastrando por el suelo hasta la puerta del patio. Su cabeza iba dando con todo lo que encontraba a su paso, manchando todo de sangre y una sustancia gelatinosa… "¡¡puta, cochina esto deberías limpiarlo tú!!".

Le soltó y le pegó una patada en la espalda, pero por suerte ya no podía sentir dolor. Aunque con lo que ya había sufrido, esa patada le hubiera echo reír si estuviese viva.

Comenzó a hacer el agujero en la tierra. Pensó en la profundidad. No sería mucho… era una muchacha pequeña, delgada, tenía 20 años, estaba en la flor de la vida, pero ella criaría sólo malvas. Le costó mucho hasta que consiguió el agujero necesario para que por un tiempo no saliera ninguna parte de su cuerpo por encima de la tierra. Pero antes de meterla dentro de su fosa, la corto un mechón de pelo. Siempre lo hacía, le gustaba tener algo que durara y fuera único testimonio de sus obras.

Se colocó el mechón en el bolsillo y le metió en el hoyo de una patada. Pronto le tapó por completo acompañándose de unos cuantos pisotones encima de aquella tumba inesperada.

Pasó corriendo al salón y comenzó a limpiar todo… "Mierda" pensó, cuando sintió el sonido de las llaves entrando por la cerradura. Por un momento se le vino a la cabeza que podría decirle "verás mamá, me he follado y he matado a una puta en el salón de tu casa…". Sabía que no podía hacerlo, pero tenía que pensar algo.

Su madre como siempre con un saludo fresco y amable entró por la puerta. "Hola hijo". Sus ojos palidecieron por completo al ver aquello, no paraba de gritar del horror que estaba presenciando.

"No, no, no…" gritó en voz alta, "no soporto que chilleee". Se acercó a ella; "¿con qué puedo…? ¿con qué coño…?". Por delante de su mirada se apareció un cuchillo que valía más que suficiente. Lo empuñó fuerte y, mirando a los ojos blancos de su madre, se lo clavó en la garganta. “Por fin se callará”.

¡Gracias Ana!